La noche se nos había echado encima mucho antes de llegar a la ciudad. El
cansancio había hecho mella, sobre todo en las personas mayores; más de
veinticuatro horas de viaje dejan extenuado al cualquiera. Sin embargo, los más
jóvenes, aún teníamos energía para asomarnos a las ventanas del
tren, mientras éste iba situándose en la vía correspondiente, para entrar en la
Estación de Francia, con aquel traqueteo eterno.